Una de
las frases más significativas que recogí de los libros con los que a lo largo
de mi vida me he encontrado, seguramente Ud. la conocerá porque en su momento
fue muy popular: LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS. SOLO SE VE BIEN CON EL
CORAZON”
Seguramente
la reconoce y muy seguramente también, sabe que pertenece a “EL PRICIPITO”
libro magistral que en ninguna biblioteca de personas de 3 a 99 años puede faltar.
Esa frase
surge de un encuentro muy especial: “el Principito y el Zorro”.
Hoy,
quiero compartir con Uds., el pasaje en el que estos dos “adorables personales”
se ven por primera vez y el porqué de esa frase:
Entonces
apareció el zorro:
—¡Buenos
días! —dijo el zorro.
—¡Buenos
días! —respondió cortésmente el principito que se volvió pero no vio nada.
—Estoy
aquí, bajo el manzano —dijo la voz.
—¿Quién
eres tú? —preguntó el principito—. ¡Qué bonito eres!
—Soy un
zorro —dijo el zorro.
—Ven a
jugar conmigo —le propuso el principito—, ¡estoy tan triste!
—No puedo
jugar contigo —dijo el zorro—, no estoy domesticado.
—¡Ah,
perdón! —dijo el principito.
Pero
después de una breve reflexión, añadió:
—¿Qué
significa "domesticar"?
—Tú no
eres de aquí —dijo el zorro— ¿qué buscas?
—Busco
a los hombres —le respondió el principito—. ¿Qué significa
"domesticar"?
—Los
hombres —dijo el zorro— tienen escopetas y cazan. ¡Es muy molesto! Pero también
crían gallinas. Es lo único que les interesa. ¿Tú buscas gallinas?
—No
—dijo el principito—. Busco amigos. ¿Qué significa "domesticar"?
—volvió a preguntar el principito.
—Es una
cosa ya olvidada —dijo el zorro—, significa "crear vínculos... "
—¿Crear
vínculos?
—Efectivamente,
verás —dijo el zorro—. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a
otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes
necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros
semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del
otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo...
—Comienzo
a comprender —dijo el principito—. Hay una flor... creo que ella me ha
domesticado...
—Es
posible —concedió el zorro—, en la
Tierra se ven todo tipo de cosas.
—¡Oh,
no es en la Tierra!
—exclamó el principito.
El
zorro pareció intrigado:
—¿En
otro planeta?
—Sí.
—¿Hay
cazadores en ese planeta?
—No.
—¡Qué
interesante! ¿Y gallinas?
—No.
—Nada
es perfecto —suspiró el zorro.
Y
después volviendo a su idea:
—Mi
vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las
gallinas se parecen y todos los hombres son iguales; por consiguiente me aburro
un poco. Si tú me domesticas, mi vida estará llena de sol. Conoceré el rumor de
unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo
la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y
además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo
tanto el trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada
y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo
maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un
recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.
El
zorro se calló y miró un buen rato al principito:
—Por
favor... domestícame —le dijo.
—Bien
quisiera —le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar
amigos y conocer muchas cosas.
—Sólo
se conocen bien las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no
tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no
hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres
un amigo, domestícame!
—¿Qué
debo hacer? —preguntó el principito.
—Debes
tener mucha paciencia —respondió el zorro—. Te sentarás al principio un poco
lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me
dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás
sentarte un poco más cerca...
El
principito volvió al día siguiente.
—Hubiera
sido mejor —dijo el zorro— que vinieras a la misma hora. Si vienes, por
ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso.
Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré
agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la felicidad. Pero si tú vienes
a cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi corazón... Los ritos son
necesarios.
—¿Qué
es un rito? —inquirió el principito.
—Es
también algo demasiado olvidado —dijo el zorro—. Es lo que hace que un día no
se parezca a otro día y que una hora sea diferente a otra. Entre los cazadores,
por ejemplo, hay un rito. Los jueves bailan con las muchachas del pueblo. Los
jueves entonces son días maravillosos en los que puedo ir de paseo hasta la
viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y
yo no tendría vacaciones.
De esta
manera el principito domesticó al zorro. Y cuando se fue acercando el día de la
partida:
—¡Ah!
—dijo el zorro—, lloraré.
—Tuya
es la culpa —le dijo el principito—, yo no quería hacerte daño, pero tú has
querido que te domestique...
—Ciertamente
—dijo el zorro.
—¡Y vas
a llorar!, —dijo él principito.
—¡Seguro
respondió el zorro… Te quiero regalar un secreto que no puede ser más simple :
sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.
—Lo
esencial es invisible para los ojos —repitió el principito para acordarse.
SOLO
CON EL CORAZON SE PUEDE VER BIEN…
LO
ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS.
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