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miércoles, 21 de julio de 2010

EL PERRO PACO

DESDE ESPAÑA Y EN OTRAS EPOCAS…

"Yo te bautizo en el nombre de mi nobiliaria gana con el nombre de Paco. Y te encomiendo, desde ahora, al serafín de Asis, reconociéndome yo como tu padrino para cuando tu santo patrono te descuide en el socorrerte y defenderte. Amén"

Era el Madrid de 1879 y cuatro de octubre. Don Gonzalo de Saavedra y Cueto, Marqués de Boragaya y Grande de España (más tarde Alcalde de Madrid) disfruta de una cena con sus amigos en el Café Fornos, en la entonces esquina de la Calle Alcalá con la de Peligros. Era el café con más postín de Madrid.

Un perro callejero, sin raza definida, más bien pequeño y de pelo negro, en busca sin duda de sobras de comida que llevarse a la boca, acierta a entrar en el café y el Marqués repara en él.

Con ganas de juerga, el Marqués decide que el perro se siente a cenar con él y sus amigos, y piden para el can un plato de carne que se come tranquilamente en la mesa con ellos.

Terminada la cena, el señor Marqués pide una botella de champán y, derramándolo sobre la cabeza del sufrido perro mientras declama las palabras que dan inicio a esta historia, lo bautiza con el nombre de Paco por ser ese día la festividad de San Francisco de Asís.

A partir de ese día, sea por imitar al señor Marqués o por hacerle la pelota o por no ser menos que él, Paco come cada día en buenos restaurantes invitado por los señoritos de entonces.

Y no sólo eso, Paco se hace famoso y tiene entrada libre en todo acontecimiento que se celebre en la capital. Iglesias, teatros, plaza de toros... y vive como un "perro amarquesado".

Eso sí, nunca consintió en ir a dormir a casa alguna, por más que algunos de los señoritos le invitaran, casi le obligaran hasta hacerle gruñir. Él mantenía su libertad, durmiendo cada noche en las cocheras de la calle Fuencarral.

Los toros, dije... esa era la debilidad de Paco. El 21 de junio de 1882, Paco acudió a la plaza de toros donde, no conforme con verlos desde la barrera, saltó al ruedo en el preciso momento en que el diestro se disponía matar.

Mala fortuna, Paco resultó gravemente herido por el estoque y, por más que dos veterinarios de la plaza hicieron todo lo posible por salvarle, murió unos días más tarde. Paco fue enterrado en los Jardines de El Buen Retiro.

La picaresca quiso que, en 1920, alguien propusiera levantar un monumento a Paco, para el que llegaron a reunirse 2900 pesetas -muchas para aquella época- Nunca llegó a levantarse tal momumento. El que propuso la idea desapareció con el dinero y nunca más se supo de él.

Paco se quedó sin su monumento, pero su memoria está en todas las publicaciones sobre la historia curiosa del antiguo Madrid.

Una Polka con ese título "El Perro Paco", lo recordó durante muchos años.

Envió Rosamaria desde Madrid

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