Cuenta el instructor de Yoga y periodista, Andrés Percivale en
un reportaje que leí un tiempo atrás, que el gran maestro pintor Ricardo
Gabarito tiene una perra, Chula se llama y es su amiga inseparable.
Ocho años atrás, en la plaza donde iba el maestro con Chula, siempre aparecía un chico montado en
una bicicleta, que le hacia mimos y ella jugueteaba mordisqueándole
cariñosamente la mano derecha que aferraba el manubrio.
Ocho años después, Gabarito y Chula estaban en la misma plaza y
pasó un muchacho de unos 20 años, de traje, con portafolio, que saludo
respetuosamente al maestro.
Chula fue la primera que lo reconoció: Era aquel chico que se ha
convertido en adulto.
En ocho años, seguramente cambió - además de su aspecto físico -
su alimentación, su metabolismo, sus aromas…
Sin embargo Chula empieza a mordisquear cariñosamente su mano
derecha que ahora lleva un importante reloj y se aferra a un portafolio de
ejecutivo.
La reflexión sobre este encuentro de dos seres ocho años
después,… es que los humanos necesitamos de la vista para reconocer a alguien.
Los perros, en cambio, necesitan el olfato.
Pero ocho años después, el olor no puede ser el mismo.
¿Que reconoce Chula en su amigo tan cambiado?
Chula percibió algo que no ha sufrido modificaciones.
Tal vez Chula olfateó el alma del chico, que sigue inalterable
en ese hombre de hoy.
SOMOS MAS QUE CUERPOS AMIGOS...
SOMOS ALMAS.
Buena
semana …
Walter
Accuosto
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